Portátiles, videoconsolas, cámaras, tabletas… Con la única excepción de los destinados a fines médicos, todos los dispositivos electrónicos más grandes que un ‘smartphone’ que porten los pasajeros de varios países del Norte de África y Oriente Medio no podrán volar en la cabina a Reino Unido y Estados Unidos.

La administración Trump anunció la drástica medida, que afecta a diez aeropuertos de Jordania, Egipto, Arabia Saudí, Kuwait, Marruecos, Qatar, Turquía y Emiratos Árabes Unidos.

Según el Departamento de Seguridad, los grupos terroristas “continúan teniendo como objetivo la aviación comercial” y están “buscando agresivamente métodos innovadores para emprender sus ataques”, entre ellos el “contrabando de artefactos explosivos en dispositivos de consumo”.

Reino Unido ha adoptado una prohibición similar para que tabletas y portátiles —en su caso, han especificado las medidas— viajen solo como equipaje facturado en los vuelos procedentes de seis países para “mantener la seguridad de los ciudadanos británicos”. Recientemente, una bomba que explotó en un avión de la aerolínea Daallo, que podría haberse escondido en un portátil, obligó a realizar un aterrizaje de emergencia en Mogadiscio.

Miedo a los explosivos… ¿y a los ciberataques? 

Aunque la Administración de Seguridad del Transporte estadounidense no ha detallado los motivos de la prohibición, Kip Hawley, exresponsable de la institución, ha defendido que la medida tiene su lógica, ya que la carga explosiva que se podría esconder en los dispositivos más pequeños para detonarla durante el vuelo o para transportarla con fines de contrabando sería insuficiente.

Al mismo tiempo, ha defendido que la bodega es un lugar más adecuado para los aparatos de mayor tamaño, ya que está “robustamente reforzada”.

Curiosamente, la decisión llega tiempo después de que la Administración Federal de Aviación afirmara que las baterías de litio presentaban el riesgo de incendiarse en los compartimentos destinados a las maletas de las aeronaves. Además, algunos expertos han criticado la medida. Nicholas Weaver, investigador del Instituto Internacional de Informática de la Universidad de California en Berkeley, ha señalado que, si un atacante quiere convertir un portátil en una bomba, “funcionaría igual de bien en la bodega”.

Weaver también destaca que, en caso de que la preocupación fuera el ‘hacking’, “un teléfono móvil es un ordenador”. Tras el accidente del Germanwings, en el que murieron 150 personas, hubo quien se preguntó si algún ciberdelincuente podía ser el responsable. Ahora bien, ¿son realmente los ciberataques una amenaza real? En realidad, hasta la fecha solo se ha demostrado que, teóricamente, es posible tomar el control de los sistemas de navegación de una aeronave en un entorno de simulación.

Recientemente, un investigador español descubrió una vulnerabilidad en los sistemas de entretenimiento de los aviones. Eso sí, en realidad las únicas posibilidades tras aprovecharse de ella eran enviar mensajes por megafonía, encender las luces o robar los números de las tarjetas de crédito de los pasajeros que efectuaran compras.

Por el momento, no parece que el temor de Reino Unido y Estados Unidos sea que los terroristas lancen un ciberataque para derribar un avión con su iPad o su portátil, sino que oculten en ellos un artefacto explosivo. Eso sí, ni Washington ni Londres han dado demasiado detalles sobre los motivos para adoptar esta medida.