Los virus en las smart cities se propagarán por las autopistas a través de coches como Caballos de Troya

La evolución ha hecho que las flores tengan unos colores vivos y unos aromas especiales, para que los pájaros e insectos se sientan atraídos por ellas. Así, cuando se posan sobre sus pétalos impregnan de su polen y, cuando se acercan a otra flor forman parte del proceso de polinización. Es decir, aunque las flores son incapaces de moverse por sí mismas, son capaces de reproducirse con la ayuda inconsciente e involuntaria de terceros.

Con muchos virus informáticos pasa algo similar.

Cuando se cierran todas las conexiones de Internet de un dispositivo, los virus necesitan que algo o alguien los transporte y los ‘deposite’ en otro lugar sin ser consciente de que lo está haciendo. Aunque el mayor vector de ataque, con una diferencia abismal respecto a todos los demás métodos, es Internet, hay que ser precavido con elementos que no están, aparentemente conectados a la red. En este sentido, hay algunos hackers que dejan memorias USB con formas divertidas cerca de las oficinas de las empresas que quieren atacar. De este modo, tienen muchas posibilidades de que alguien poco prudente decida quedárselo y, ya de paso, lo introduzca en su ordenador para ver qué hay dentro. En ese momento, su empresa podría estar siendo ciberatacada.

¿Qué pasaría si alguien decidiese atacar a toda una Smart City usando el mismo principio del “caballo de Troya”?

Aunque suene a ciencia ficción, quedan 10 o 12 años para que el 60% de la humanidad viva en verdaderas ciudades inteligentes donde las infraestructuras nos ofrecerán todo aquello que necesitemos en cualquier momento.

Por ello, los dispositivos digitales que llevemos con nosotros, desde un móvil hasta un coche conectado a Internet nos servirán como llave de acceso a cualquier lugar. Ya no tendremos que preguntar quién es el último en la cola del supermercado, porque nuestro smartwatch se encargará por nosotros. Tampoco tendremos que parar en un peaje para pagar la autopista, porque nuestro coche inteligente realizará el pago.

Es más, nuestros coches se conectarán a la Smart City para que ésta sepa dónde hay más o menos afluencia de vehículos para distribuir el tráfico a otras zonas, cambiar el régimen de los semáforos o modificar la frecuencia del transporte público en un barrio determinado. Una vez más, esto no es ciencia ficción sino de algo que será nuestra realidad cotidiana en muy poco tiempo. Aplicaciones como Cabify, Waze, Google Maps ya recolectan toda esa información para ayudarnos en nuestro día a día.

Por todo ello, es más que comprensible que toda esta información que almacenen las ciudades inteligentes se compartirá con otras smart cities para mejorar, entre otras cosas, el tráfico de personas entre ellas.

Si volvemos al ejemplo de los insectos que transportan el polen en sus patas para depositarlo en flores que están a kilómetros de distancia, los coches conectados realizan la misma función almacenando y transportando datos que se comparten entre diferentes ciudades.

Por tanto, los coches serán suficientemente inteligentes, ya sea porque los fabriquen con una tecnología capaz de hacerlo o porque la llevemos en nuestros dispositivos móviles o wearables, para saber de dónde venimos, a dónde vamos, qué haremos a lo largo del día… Así, sabremos si hay sitio para aparcar cerca de casa cuando estemos llegando, e incluso la calefacción de nuestra vivienda se encenderá para que la temperatura sea óptima.

Todos estos datos que se comparten en la smart city se almacenarán de forma privada con fines estadísticos. Pero, también habrá aplicaciones que registren nuestra actividad personal. Así, el gimnasio sabrá cuántas veces has ido a correr durante la semana y, por ello tu nevera te recomendará que comas unos alimentos u otros. Sin embargo…

…¿qué ocurriría si toda esa información cayese en malas manos?

Cada vez somos más conscientes del mal uso que pueden hacer de nuestros datos personales los ciberdelincuentes, pero imaginemos que pasaría si se usasen los coches como caballos de Troya para transportar malware de una ciudad a otra.

Habría un número infinito de posibilidades atacar una Smart City por medio de vehículos conectados. Así, si un coche se infectase de un virus en su ciudad de origen y éste se quedase latente hasta que llegase a una ciudad distinta para activarse, se liberaría el malware en los servidores de la Smart City.

Si este virus se instalase en cientos o miles de coches, podría utilizarse para hacer un Ataque por Denegación de Servicio (por sus siglas en inglés DDoS) y, por poner un ejemplo, poner todos los semáforos de una ciudad en verde.

Por todo ello, “los arquitectos que diseñan las ciudades inteligentes de hoy y del futuro deben plantear los retos de la ciberseguridad en todos sus diseños. Pero también los fabricantes de hardware y los regidores de las smart cities deben concienciarse de la importancia de instalar dispositivos a los que se les pueda instalar antivirus, hacer auditorías de ciberseguridad y actualizaciones constantes, que son la única forma de proteger las ciudades de posibles ciberataques”, advierte Hervé Lambert, Global Retail Product Manager de Panda Security.

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