Si bien las mujeres representan la mitad de la población mundial, ocupan sólo un 25% de los empleos en el sector tecnológico.

Las estadísticas son aún peores en los trabajos técnicos, como la ciberseguridad, donde representan unicamente el 11%, a pesar de que una cuarta parte de los estudiantes de grados tecnológicos son chicas. La falta de diversidad está también muy presente en los gigantes del sector donde los hombres blancos son aplastante mayoría.

Hace tres años Google publicó su primer informe sobre diversidad, en el que se revelaba que sólo un 30% de su fuerza de trabajo en todo el mundo está compuesta por mujeres. Los datos en Facebook, LinkedIn y Yahoo! son similares y la brecha crece especialmente en los puestos de responsabilidad: el primer informe oficial de diversidad de Apple -que la compañía se negó a publicar hasta que fue obligada por la ley estadounidense- reveló que el 70% de sus ejecutivos senior eran hombres blancos. En España el panorama es aún más desalentador, ya que las mujeres ocupan sólo el 4% de los cargos directivos en las empresas relacionadas con la ciencia y la tecnología, de acuerdo con datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

Los expertos han acuñado el término “pipeline problem”(literalmente, problema de la tubería) para explicar, al menos en parte, la situación. Esta tubería comienza en el sistema educativo y la falta de diversidad es el resultado de un sistema en el que las titulaciones en informática presentan tasas más bajas de mujeres, tanto en grados superiores como intermedios. Las estadísticas sostienen esta teoría sólo en parte ya que, si bien es cierto que la presencia en carreras y grados tecnológicos es menor, el porcentaje de trabajadoras es sensiblemente menor que el de tituladas.

En los años 60 y 70, el número de mujeres que estudiaban informática en Estados Unidos superaba al de los hombres. Sin embargo, para 1985 su presencia había caído al 37% y en 2014 se desplomó por debajo del 15%. En el ámbito académico en España, actualmente sólo el 26% de los alumnos de carreras CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres y solo el 32% de las alumnas cursan másteres en estos campos.

Visibilidad y apoyo al cambio

Uno de los principales desafíos consiste en apoyar a estas trabajadoras una vez han entrado en el sector. Con frecuencia, las mujeres perciben remuneraciones más bajas, reciben menos ascensos y tienen que enfrentarse con la discriminación y el acoso, lo que les lleva a buscar otras carreras profesionales. Las mujeres abandonan las empresas tecnológicas a un ritmo dos veces mayor que los hombres, según un trabajo de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Y estadísticas similares reflejan la misma tendencia en minorías raciales. Es un problema de cultura, no de tuberías.

Además de medidas concretas de financiación y apoyo a la contratación y al emprendimiento femenino, también hace falta mejorar la percepción. En primer lugar, se necesita una mayor visibilidad para grupos insuficientemente representados en la ciberseguridad, tanto en los medios de comunicación, como en las empresas y en la sociedad. Muchas de las expertas señalan que la cultura popular ha dejado a la ciberseguridad con un problema de branding; el cine y la televisión han representado a menudo a los empleados de este campo con el cliché del adolescente, socialmente inepto. Además, señalan que el lenguaje de las ofertas de trabajo suele estar enfocado a los hombres.

Precisamente, a principios de febrero, las principales asociaciones femeninas del sector en el ámbito nacional se reunieron con el secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital, José María Lassalle. Tras la reunión, el secretario anunció la elaboración de un libro blanco sobre la situación de las mujeres en el ámbito tecnológico y la creación de una mesa de trabajo para abordar la brecha de género.