Las tecnologías de reconocimiento facial son tan útiles como controvertidas, en función de quién las use y de cómo lo haga. Cuando sirven para ayudarnos a acceder a nuestro móvil o para que el asistente virtual de nuestra casa agilice unas compras por Internet, son verdaderamente eficaces. Sin embargo, el uso de estas tecnologías en el ámbito público hace que, aunque igual de resolutivas, muchas veces generen un dilema moral.

Ya son varios los países que usan el reconocimiento facial desde las instituciones públicas. Gobiernos como el de China, Reino Unido o EEUU ya lo tienen desplegado para vigilar a gran escala sus territorios, usando cámaras en lugares públicos.

La principal motivación para su uso es la de detectar y capturar delincuentes con sistemas y herramientas punteras, así como la monitorización del comportamiento de los ciudadanos para ofrecerles mejores condiciones a la hora de hacer un viaje, o acceder a descuentos y créditos.

Por supuesto, las tecnologías de reconocimiento facial mejoran la seguridad y agilizan el tránsito en lugares muy concurridos como aeropuertos, del mismo modo que ya se está haciendo en el de Madrid.

¿Qué ocurre si se hace un mal uso de esta tecnología?

Si se produjese un descontrol en el uso de estas tecnologías y si los Gobiernos no les dieran un uso legítimo, sería muy recomendable un alto en el camino hasta que la regulación hubiera cumplido su misión. En este sentido, la Unión Europea está estudiando restringir su uso en espacios públicos.

Detrás de este posible veto está el rápido crecimiento de las tecnologías inteligentes, que genera dos problemáticas. La primera es el rápido desarrollo que tienen las nuevas tecnologías, ya que el Regulador no tiene tiempo casi ni de recoger y analizar todas las novedades. Tal y como está diseñado el sistema legislativo europeo, la innovación tecnológica siempre va a ir uno o varios pasos por delante de la regulación.

El segundo problema es que los grupos organizados de ciberdelincuentes son tan ágiles, o incluso más, que las empresas que desarrollan nuevas tecnologías.

Este doble problema lleva al regulador a vetar las tecnologías para poner el parche antes de la herida que, sin lugar a dudas, se va a producir.

“Por esta razón, es imprescindible que haya un consenso europeo para crear una regulación que ponga los límites a la inteligencia artificial”, advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.

¿Cómo se está intentando regular?

La Unión Europea todavía está analizando los riesgos para que la Inteligencia Artificial se use de forma ética y respete la privacidad de los ciudadanos. “No podemos estar más de acuerdo con ellos, pero necesitan del sector privado para agilizar todo el proceso. Es necesario un consenso público-privado que, en lugar de ralentizar el crecimiento de las tecnologías, abogue por la creación de un espacio europeo tecnológico sostenible en la actualidad y también en el futuro”, añade Hervé Lambert.

La polémica, por tanto, está servida. Una eventual pausa en el proceso podría ser muy negativa si las empresas europeas quedasen rezagadas, abriendo una ventana de negocio a compañías de otras zonas del mundo que aprovecharían la ausencia de competencia para avanzar en su desarrollo.

No obstante, el riesgo de que haya Gobiernos o instituciones que den un uso ilegítimo de esta tecnología hace que sea imperativo ir con pies de plomo. “El hecho de que un gobierno tenga la capacidad de seguir a cualquiera en cualquier lugar es peligroso. Podría saber exactamente dónde vas, dónde has estado, con quién y dónde estuviste ayer también. Si eso se hace sin control, ¿donde quedan las libertades de cada uno y nuestra privacidad? En San Francisco, por ejemplo, se ha prohibido el uso de esta tecnología”, medita el Global Consumer Operations Manager de Panda Security.

En este sentido, EE.UU. ya está preparando una propuesta de texto legislativo que haga frente al reto de la gestión de la Inteligencia Artificial. De hecho, según dijo hace poco la Casa Blanca, la administración estadounidense está haciendo “una evaluación de riesgos y análisis de costes y beneficios antes de llevar a cabo cualquier acción regulatoria con el foco en establecer marcos flexibles”. Además, el texto que está preparando el Gobierno estadounidense quiere que, además, su legislación sea extensible a todo el continente europeo.

Por su parte, la India ya está usando tecnologías de reconocimiento facial entre sus ciudadanos en territorios como Nueva Delhi, con la intención de localizar a niños perdidos desde 2018. Además, ha iniciado una propuesta para desplegar este sistema de reconocimiento facial automatizado en todo el país.

Las fuerzas armadas del mundo entero están invirtiendo muchos recursos en estas tecnologías para proteger su activo más importante: las personas. Pero, ¿eso se puede hacer a cualquier precio? El riesgo es bastante grande: la realidad está a las puertas de superar la ficción una vez más. Dentro de poco, parte de los argumentos de películas o libros como Minority Report, Enemigo público o 1984 serán algo cotidiano.

Se trata de un tema que bien merece muchas discusiones, planteamientos de riesgos y efectos colaterales y, seguro, leyes para protegernos. Y por supuesto, un acuerdo marco entre las empresas privadas y las administraciones públicas que evite que Europa pierda un nuevo tren tecnológico que no nos podemos permitir” apostilla Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.

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