Nuevo post sobre los conflictos que suelen surgir entre padres e hijos adolescentes.


Estoy de acuerdo y además promuevo la comunicación entre padres e hijos. Considero que es fundamental que los padres estemos informados y nos esforcemos  al máximo en hacer que la comunicación con nuestros hijos sea fluida y cercana.

Hecha esta declaración de principios, siento mucho decir que tengo grandes dudas de que todo ello sirva para algo.

Adolescentes onlineDesde La Piazza estamos continuamente dando consejos sobre cómo ayudar a nuestros hijos a protegerse de los peligros de Internet. Insistimos una y otra vez en que hay que hablar con ellos, que hay que hacerles ver que la red puede magnificar cualquier tontería multiplicándola por “n” y hacer de algo en principio insignificante, una verdadera tragedia.  Y casos dramáticos que nos sirven de ejemplo, lamentablemente, hay para aburrir…

Para aconsejar a padres y niños echamos mano de las listas y tenemos de todo:  Las 10 preguntas que te ayudarán a saber si tu hijo está seguro en Internet que todo padre debe conocer, los 3 consejos básicos para evitar el sexting, las 6 reglas básicas para los niños utilicen la tecnología de forma segura. En fin, listas, listas y más listas… que además de ayudarnos  a estructurar el post, funcionan bien a la hora de aparecer en buscadores, pero ¿sirven para algo?

La semana pasada, la Policía de Delitos Informáticos dio una charla en el colegio de mis niños. Les explicaron con todo lujo de detalles y con ejemplos reales los peligros que les acechan en la red y los niños volvieron a casa sorprendidos e impactados. Como si no nos hubieran oído nunca a su padre y a mi hablarles de estos temas. Pero en fin, supongo que un uniforme impone.

Aunque no debe imponer lo suficiente, porque pocos días después,  varios compañeros de clase de mi niña mediana (12 años) fueron expulsados del colegio por subir fotos de los profesores a Facebook, y por supuesto sin autorización de los mismos. Mi niña mayor (15 años)  cambió su foto de perfil de Twitter por una en la que se le ve medio cuerpo y el medio cuerpo que se le ve está únicamente cubierto por un pequeño top de bikini. ¡Bonita forma de conseguir followers! Al menos es rápida…  y  las dos tuitean sin parar todos los detalles de su día a día: dónde están, con quién, dónde van a ir, fotos de ellas, de sus hermanos…

El niño de unos amigos (11 años) mintió descaradamente a sus padres cuando éstos le pillaron alardeando en Facebook de la cantidad de alcohol que había bebido el día anterior. A pesar de intentar convencer a sus padres de que le habían hackeado la cuenta de Facebook, éstos empezaron a vigilarla muy de cerca. Resultado, el niño se creó un segundo perfil en el que poder publicar cosas “no aptas” para padres.

Hagamos un ejercicio de memoria. Todos nosotros, padres de adolescentes, hemos sido adolescentes no hace tanto. ¿Qué pasaba entonces por nuestras jóvenes y atolondradas cabezas? Lo mismo que les pasa a ellos hoy. Los padres no se enteran de nada. Ellos saben perfectamente lo que necesitan. Nadie les entiende. Han encontrado la pareja de su vida y le querrán siempre. Y sobre todo, lo que de verdad importa son los amigos. Los mejores amigos. Los verdaderos. Esos a los que se cuenta todo y que son los únicos que les entienden.
Por lo tanto, ¿De qué sirve  insistirles en que no todo en Internet es verdadero? O para qué sirve  decirles que han de tener cuidado, que no es bueno que faciliten sus coordenadas con todo lujo de detalles, que no deben subir fotos de casa – geolocalización activada, por supuesto, ¿quién se acuerda de desactivarla? y así hasta terminar una lista de 10, de 20, de 30 puntos con los infinitos peligros de la red.

Los padres tenemos que resignarnos y ser conscientes de que quienes de verdad tienen influencia sobre ellos son otros. Si Federico Moccia escribiera una novela en la que el personaje central fuera una adolescente acosada en la red al borde del suicidio, una niña pasando por un trance parecido al de Amanda Todd, la repercusión y consecuencias positivas ejemplarizantes que tendría serían infinitamente superiores a cualquier consejo materno/paterno sobre no enviar fotos “sexys” a sus actuales novietes. O, por ejemplo, si a alguno de los protagonistas de la serie El Barco le pasara algo parecido a  lo de Tim Ribberink, el pobre chico holandés que se suicidó después de años aguantando bromas en la red sobre su sexualidad,  y el actor de la serie gestionara el problema correctamente,  seguro que el efecto beneficioso para muchos adolescentes asustados de su sexualidad sería increíble. 

Como padres, hay algo que debemos tener claro, nuestros hijos no nos van a contar nada hasta que sea tarde y por lógica, no van a seguir ninguno de nuestros consejos, ya que éstos van encaminados a restringir lo que ellos ven como su propia libertad.

¿Qué nos queda entonces?, ¿recurrir a programas espía?

Mi postura es siempre la misma. Este tipo de software sólo se debe usar como última opción cuando existan sospechas fundadas de que puede estar ocurriendo algo grave.

Lo que por lo tanto nos queda es estar muy atentos a cualquier cambio de comportamiento y no bajar nunca la guardia. Explicarles que estos temas constituyen un delito y que hay que denunciar.  Y que si a pesar de todo, ellos ya están en un lío, nosotros les vamos a dar toda la comprensión, ayuda y apoyo que necesiten. Tanto para salir del embrollo como para salir adelante en este complicado mundo cibernético en el que nos ha tocado vivir.