La relación de los consumidores con la alimentación ha cambiado. Cada vez estamos más interesados y pedimos mejor información sobre lo que queremos consumir y cómo queremos que se produzca. Y sin embargo, el suministro mundial de alimentos se ha vuelto tan complejo que a los productores e intermediarios les resulta cada vez más complicado garantizar la procedencia de los mismos. Ahí es donde el blockchain puede encajar.

El auge del bitcoin ha hecho que las miradas se posen sobre el blockchain y su potencial utilización para garantizar transparencia y seguridad en el sector agroalimentario. Esta tecnología se basa en un sistema de almacenamiento e intercambio de información a través de una red de usuarios en un espacio virtual abierto. Permite ver todas las transacciones simultáneamente y en tiempo real, realizadas por infinidad de terminales independientes. Al no almacenarse la información en un punto centralizado, es casi imposible piratear ni modificar los datos. Traducido al sector alimentario, por ejemplo, un minorista podría saber en todo momento con quién ha tratado su proveedor y de dónde viene el producto.

Grandes nombres del sector como Carrefour, Unilever o Nestlé ya estudian cómo implementarlo en toda su cadena de suministro, por motivos económicos y de imagen. Muchos son conscientes del impacto mediático que tienen los grandes incidentes de fraude o contaminación alimentaria, como la crisis de la carne de caballo de 2013. Además, en un mundo globalizado, los estándares de calidad de un país no garantizan necesariamente que toda la cadena de suministro haya seguido esa misma política. En este sentido el blockchain proporciona una plataforma neutral, con una serie de reglas definidas que todos los participantes independientemente de su ubicación deben seguir, tanto los usuarios como los operadores.

Desde el punto de vista del destinatario final ofrece otra ventaja: la combinación de plataformas y organizaciones, como la World Fair Trade o Marine Stewardship Council, ha permitido crear certificaciones de sostenibilidad independientes y normas externas que pueden ser adoptadas por las empresas sobre cuestiones de seguridad, respeto al medio ambiente y condiciones de trabajo éticas. Un ejemplo sería la startup Provenance, una plataforma creada para lograr que las cadenas de suministro y distribución en el sector alimentario y textil sean más transparentes.

Decisiones informadas

De esta forma, desde el punto de vista de los productores, el blockchain implica que cualquier manipulación no deseada de un producto alimenticio puede ser identificada inmediatamente y resuelta antes de que el alimento llegue a la tienda. Para los comerciantes, si un producto alimenticio potencialmente peligroso de alguna manera llega a sus almacenes, se pueden identificar los lotes sospechosos y no tener que retirar todo el pedido. Por último, para los consumidores la nueva tecnología podría ofrecer la transparencia necesaria para verificar que lo que compran es exactamente lo que la etiqueta dice que es.

La capacidad de los compradores para identificar alimentos de alta calidad está actualmente limitada por la asimetría de la información, pero al disponer de un simple código individual y pasarlo por un smartphone, datos como la fecha de nacimiento de un animal, el uso de antibióticos, las vacunas o el lugar donde se crió el ganado pueden ser fácilmente identificables.

Actualmente, gran parte de los datos de control son auditados por empresas externas y almacenados en papel o en una base de datos centralizada. Estas bases de datos son altamente vulnerables a inexactitudes informativas, piratería informática o errores intencionados motivados por la corrupción o por comportamientos fraudulentos. El blockchain opera de forma anónima y descentralizada, por lo que los errores se pueden rastrear hasta los responsables individuales. Además, puede ser la respuesta ante la necesidad de saber más para poder tomar decisiones informadas en nuestra dietas, pero para ello es aún es necesario trabajar y desarrollar su implantación.

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