El sexting es una práctica sexual, un juego digital consensuado entre adultos que, cada vez más, también se da entre menores. Sin embargo, también supone importantes riesgos de carácter emocional, social, legal y de ciberseguridad. Conocer sus peligros es el primer paso para evitar convertirse en víctima de agresores digitales. Además de tu reputación, también pueden poner en peligro toda tu información personal y la de tu entorno.  

¿Cuándo el sexting pasa a ser una forma de coacción? Nos hemos acostumbrado tanto a las pantallas que todo (o casi todo) el mundo físico tiene una réplica online. También el sexo. Sin embargo, y tal y como ocurre en la vida corpórea, éste deja de ser un juego y algo divertido cuando se sobrepasan ciertos límites y se cae en las amenazas y las coacciones

En 2023 se conocía el caso de un joven de 22 años que fue condenado a 14 años de prisión por la Audiencia Provincial de Palma por haber amenazado a seis menores de edad de entre 12 y 17 años para que le enviaran fotografías de contenido sexual a través de aplicaciones de mensajería instantánea y redes sociales

El sexting coercitivo es un tipo de violencia digital en el que la víctima es presionada, manipulada, chantajeada o amenazada para que envíe imágenes, vídeos o mensajes sexuales a su agresor, o para que no se oponga a su difusión. Es un tipo de abuso de carácter emocional que, además, puede traer consecuencias en materia de ciberseguridad. 

De práctica íntima a vulnerabilidad digital grave

Hay una delgada línea entre el ‘si me quisieras, me mandarías una foto’; y el ‘todo el mundo lo hace, ¿por qué tú no?’; al ‘si no me mandas más fotos, publico las anteriores’; y al ‘voy a enseñar tus fotos a tu familia y amigos’. 

La vigilancia, los celos y hasta las amenazas con romper la relación son las armas de los acosadores que, cuando el sexting se convierte en algo coercitivo, empuñan para intimar a sus víctimas y obligarlas a enviar imágenes subidas de tono. Esta forma de violencia también implica graves riesgos en materia de ciberseguridad, tanto para la persona que la sufre como para su entorno. “Robo y difusión no autorizada de imágenes íntimas, chantaje digital, exposición a malware y phishing, acceso no autorizado a redes sociales y datos personales, y vulneración de la privacidad digital”, enumera Hervé Lambert, Global Consumer Operation Manager de Panda Security, “son los principales peligros”

Cuando se da a enviar, ese contenido íntimo deja de ser eso, íntimo, y pasa a ser información susceptible de ser robada, compartida sin consentimiento o filtrada en redes, foros o webs pornográficas. “En muchos casos, además, las imágenes acaban en la dark web o son vendidas a terceros”, avisa Lambert. “Lo que puede derivar en daños irreversibles para la privacidad y la reputación de la víctima”

Del chantaje emocional al control digital total

La cosa va a más allá cuando, además, entra en juego el chantaje. “Una vez que el agresor tiene en su poder el contenido, puede amenazar con difundirlo si la víctima no le envía más material, dinero o accede a hacer favores. Este chantaje puede escalar rápidamente y convertirse en algo reiterativo, en una pauta”.

A veces, lo que parece un intercambio de fotos ‘picantes’ entre adultos se convierte en una pesadilla digital.  Los agresores utilizan enlaces falsos para recopilar más información personal o envían webs maliciosas disfrazadas de supuestos regalos o fotos. “Estás tácticas se suelen usar para tomar el control de los dispositivos y las cuentas personales de la víctima”, advierte el directivo de Panda. 

A través de este tipo de maniobras, los agresores obtienen contraseñas, accesos a cuentas y más datos privados. Y pueden, incluso, suplantar la identidad de la víctima para seguir cometiendo abusos. Cuando esto pasa, la ‘infección’ se disemina por el entorno de la persona coaccionada. Y puede afectar a su familia y amigos que también pueden ser chantajeados o expuestos a ataques de ingeniería social.

Prevenir… o curar

Aunque creamos estar a salvo, que eso a nosotros nunca nos podrá pasar, todos somos víctimas potenciales de sufrir un ataque de sexting coercitivo. Porque este tipo de violencia comienza de forma encubierta, a través de canales digitales comunes y con dinámicas de confianza o manipulación emocional. En muchos casos, además, este tipo de coacción la ejercen personas conocidas por la víctima. 

“Aplicaciones de mensajería en las que, creemos, sólo tenemos contactos de personas de confianza y nuestro contenido está seguro; redes sociales donde muchos agresores se crean perfiles falsos o se hacen pasar por personas conocidas, atractivas, o famosas; apps de citas en las que se establece una relación rápida y se acelera el posible chantaje o sextorsión; plataformas de juego online o comunidades virtuales; e, incluso, el correo electrónico y los SMS que algunos ciberdelincuentes utilizan para lanzar campañas de phishing o spam con las que engañar a sus víctimas, son los principales canales por los que se cuela este tipo de amenaza”, indica Lambert. 

Prevenir el sexting coercitivo no se consigue únicamente con señalar y aprender a reconocer las señales de presión o manipulación antes de que ocurra el daño. También implica educar, proteger y fomentar entornos de confianza. “Para evitar caer en este tipo de agresión es importante enseñar, desde edades tempranas, que nadie debe pedir imágenes íntimas como prueba de amor y que el consentimiento debe ser libre, informado y sin presión”, aconseja Lambert, quien, desde el plano más técnico indica además que “siempre es necesario usar contraseñas fuertes y distintas para cada cuenta, activar la verificación en dos pasos, evitar almacenar imágenes íntimas sin cifrado o en la nube sin protección ni compartir el móvil dejando sesiones abiertas

¿Y si ya soy víctima del sexting coercitivo?

Pero, qué hacer cuándo ya se está sufriendo este tipo de chantaje. “Ser rápidos”, dice el directivo de Panda. “Es posible mitigar y gestionar los problemas de ciberseguridad derivados de un caso de sexting coercitivo. Pero requiere actuar rápidamente, con ayuda técnica, legal e incluso emocional. Y, aunque no siempre se puede borrar todo el daño, sí se pueden frenar las consecuencias y reforzar la protección digital para el futuro”

Lambert aconseja que, tras sufrir un caso de sexting coercitivo se sigan los siguientes pasos.Se elimine todo el contenido íntimo de Internet y se denuncien los perfiles falsos y las publicaciones en redes sociales a través de los protocolos de contenido íntimo no consentido que existen en Instagram, TikTok, Facebook, X, Google, etcétera. Y se hagan capturas que sirvan de prueba antes de denunciar”. Y, “para recuperar el control de las cuentas, se cambien todas las contraseñas, se active la verificación en dos pasos en todas las plataformas, y se revise el acceso a dispositivos conectados o sesiones abiertas”. El último paso sería fortalecer la seguridad digital personal y del entorno. “Revisando la configuración de privacidad en redes, asegurándose de que los dispositivos están protegidos con antivirus, cifrado, bloqueo de pantalla, e informando al entorno de que pueden estar en riesgo”

Tal y como ocurre en la vida física, cuando el sexo deja de ser seguro hay que actuar rápido para garantizar que los riesgos no vayan a más