Aunque a menudo se analizan por separado, género y ciberseguridad están estrechamente conectados. Cuando se trata de acceso desigual, exposición a los riesgos y falta de representación en sectores clave. Esta brecha digital también agrava amenazas de seguridad como la sextorsión, el ciberacoso y algunos fraudes económicos dirigidos que afectan, en mayor medida, a mujeres y niñas. 

Raúl Asensio, futbolista del Real Madrid, tiene pendiente un juicio por delitos de revelación de secretos y pornografía infantil. Se le acusa de haber compartido un vídeo de carácter sexual en el que aparecen dos jóvenes, una de ellas menor de edad. Este tipo de comportamiento es, lamentablemente, cada vez más frecuente: más del 73% de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia en Internet, y el 90% de las víctimas de difusión no consentida de imágenes íntimas son mujeres, según el estudio ‘Violencia contra mujeres, niñas, niños y adolescentes en el ámbito digital’, elaborado por el Ministerio de Igualdad. Y, según los datos, son los jóvenes, especialmente los adolescentes varones, quienes reproducen o participan, con mayor frecuencia, en acciones de violencia digital que incluyen la sextorsión, el acoso, la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento o el control a través de los dispositivos. 

El uso intensivo y precoz de la tecnología en una etapa tan temprana, en la que aún se está construyendo la identidad y se busca la validación, explica, en gran medida, la normalización por parte de los más jóvenes, de este tipo de violencia. Más si cabe, cuando su mundo social y afectivo pasa por el entorno digital, lo que aumenta las posibilidades de exposición, presión social y conflictos online. 

Redes sociales, videojuegos y violencia de género digital

“Hoy en día, muchas niñas y adolescentes construyen su identidad y autoestima a través de plataformas como Instagram, TikTok o Snapchat, donde el físico, la validación externa y los “likes” pesan más que cualquier otro valor”, apunta Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security, “lo que ha provocado”, advierte, “una hipersexualización temprana y una presión social brutal, alimentada por retos virales, comentarios inapropiados y algoritmos que priorizan el contenido más impactante, aunque sea tóxico”. Un caldo de cultivo para los agresores que utilizan las redes para el chantaje emocional, el control de la pareja o el acoso sistemático

Estas plataformas sociales no son los únicos espacios contaminados por dinámicas machistas, los videojuegos o las comunidades online también pueden llegar a convertirse en un lugar de riesgo para las jugadoras que son atacadas o menospreciadas simplemente por su género. “Todo esto provoca que las niñas crezcan con la sensación de que su espacio no es seguro”, señala el directivo de Panda Security.

Las formas de violencia de género digital son tan diversas como inquietantes. Hervé Lambert destaca algunas como “el ciberacoso o ciberbullying con connotaciones sexistas que pone de manifiesto la falta de competencias digitales para bloquear, denunciar o recopilar pruebas y la escasa presencia femenina en el desarrollo de herramientas tecnológicas para hacer los sistemas más sensibles a este tipo de violencia; el grooming, una práctica cada vez más extendida que practican adultos que se hacen pasar por adolescentes para manipular sexualmente a menores; sextorsión o chantaje a partir de vídeos de contenido íntimo; control digital de la pareja; y happy slapping, que son grabaciones de agresiones físicas que se difunden en redes para humillar a las víctimas”

Una transformación digital inclusiva

Todos estos riesgos tienen algo en común. Están dirigidos, en su mayoría, a chicas adolescentes, aprovechando la brecha de poder, la falta de experiencia digital y la necesidad de aprobación social. 

Para paliar esta desigualdad, “necesitamos cumplir con cuatro pilares básicos: mejor legislación, una colaboración real público-privada a largo plazo, algoritmos más transparentes y educación digital masiva”, apunta Lambert, quien, considera que para cumplir estos cuatro factores básicos se debe agilizar la retirada de contenidos dañinos y endurecer las sanciones; exigir a las plataformas más proactividad a la hora de identificar cuentas falsas, bots y acosadores reincidentes; y, “sobre todo, alfabetización digital desde Primaria, tanto para los niños y las niñas como para los padres, porque tan importante es que los chavales sepan cómo se divide una célula como lo es detectar un timo o qué es la violencia de género digital”

El papel de la familia y la falta de referentes femeninos

El papel de los padres también es crítico y no puede reducirse a instalar una aplicación de control parental, que, en muchos casos no garantiza la protección. Menos aún ahora que los menores son cada vez más expertos en tecnología. Y saben perfectamente cómo desactivar estos controles o esquivarlos a través de perfiles alternativos que escapan la vigilancia. 

El control parental debe ir acompañado de educación digital, la confianza, el diálogo y la supervisión constante. “No se trata de espiar, sino de acompañar”, puntualiza el directivo de Panda, “y eso implica que los adultos también deben formarse”. 

Está claro que el cambio debe empezar en casa y que todos los padres tienen la obligación de mirar en todas las direcciones. Deben preocuparse tanto de proteger a las víctimas como de corregir, educar y reparar la actitud de sus hijos en el caso de que descubran en ellos conductas tóxicas hacia los demás. Sin embargo, la transformación que requiere una revolución social debe ir más allá. “Porque ahora mismo todavía hay una infrarrepresentación femenina en estudios tecnológicos. Lo que perpetúa la desigualdad en el medio plazo, sigue habiendo diferencias en el uso y las habilidades digitales entre géneros. Y las mujeres ocupan menos del 20% de los puestos en sectores como la programación, ciberseguridad o inteligencia artificial en Europa”, advierte Lambert. 

Cuando la brecha digital afecta a la ciberseguridad

El acceso desigual y la falta de representación de las mujeres en estos ámbitos también puede traer consigo consecuencias en materia de ciberseguridad. “Para empezar, la falta de competencias digitales puede dificultar su autoprotección”, dice Lambert. Algo preocupante cuando son ellas las más vulnerables a cierto tipo de ciberdelitos como el acoso o el doxing. Y otros, como fraudes económicos por su limitada formación. Pero también, la escasa diversidad en los equipos de ciberseguridad. Donde las mujeres no representan ni el 25% de los profesionales del sector a nivel global. “También se traduce en soluciones, software y protocolos diseñados sin perspectiva de género que invisibilizan, la mayoría de las veces, los riesgos que afectan más a las mujeres. Y que reducen la capacidad de anticipación”

Solucionar este problema exige un cambio estructural en los patrones que trenzan la sociedad. Y actuar desde la prevención, la educación, el entorno familiar y laboral, desde la tecnología responsable y la justicia.

Continuar leyendo: “Te grabamos y lo subimos a YouPorn”: el chantaje sexual que busca asustarte