El presunto ‘hackeo’ de las últimas elecciones estadounidenses por parte del Gobierno ruso, el ciberataque anónimo que afectó a la red eléctrica ucraniana en 2015 o el virus Stuxnet difundido para sabotear el programa nuclear iraní en 2010 son algunos ejemplos de una nueva forma de conflicto entre países en la que la tecnología se convierte en el arma más poderosa.

William Roper, director de la Oficina de Capacidades Estratégicas del Pentágono, es consciente de ello, y por eso ha hablado sobre este arsenal digital en una reciente conferencia de la Air Force Association. Según Roper, los estados no dedicarán los primeros días de contienda a enviar aviones o tanques, sino que los invertirán en “recoger datos y analizarlos para que sus sistemas utilicen el ‘deep learning’ para ser más inteligentes que los del enemigo”.

Para el estadounidense, el recurso más valioso de su país es la información digital que produce y recoge en abundancia. Los datos provienen de aviones, satélites y otros sensores que monitorizan actividades relacionadas con el rendimiento de las máquinas o el éxito de cada misión militar. Estos son los instrumentos que los departamentos de Defensa utilizarán para vigilar y enfrentarse a los rivales.

Espías voladores

En el futuro, los drones intercambiarán datos continuamente entre sí y con la base de operaciones, y los misiles serán capaces de aprender para adaptarse y cambiar de objetivo si es necesario. Así, los algoritmos y la inteligencia artificial se convertirán en la verdadera amenaza alada. En el Pentágono ya cuentan con un programa para investigar en este ámbito: Perdix, un proyecto para desarrollar enjambres de drones inteligentes.

Pero incluso antes del conflicto propiamente dicho, las herramientas digitales permiten conocer y dañar al enemigo, muchas veces desde el anonimato. El reputado experto en seguridad finlandés Mikko Hypponen coincide con Roper al afirmar que las “ciberguerras” se convertirán en algo habitual, y no hace falta esperar para conocer algunos ejemplos.

Los Gobiernos ya utilizan ‘malware’ como arma de ataque contra otros estados, como ocurrió en el citado caso iraní. Según filtró un miembro del ejército del país norteamericano, Estados Unidos se habría valido de Stuxnet para perpetrar un acto de cibersabotaje contra el programa nuclear de Irán.

Por otro lado, Fancy Bear, un grupo de ciberdelincuentes que Estados Unidos relaciona con el servicio de inteligencia militar ruso, podría haber participado en la guerra de Ucrania. Se habría encargado de colar ‘malware’ en una aplicación de Android usada por los soldados ucranianos, lo que habría permitido a los enemigos geolocalizar las unidades de artillería.

También en Ucrania investigan un presunto ataque a la red eléctrica de Kiev. Se sospecha que un troyano habría infectado a medios de comunicación y a la industria eléctrica del país. Según Hypponen, la carrera de las ciberarmas ya ha comenzado y probablemente vaya a durar décadas y tenga más repercusión de lo que pensamos. Lejos de afectar solo a soldados y políticos, un corte en la red de electricidad deja sin luz a la población.

Y con la llegada de la internet de las cosas, los ciudadanos serán cada vez más vulnerables a cualquier tipo de ataque conducido a través de la internet. Un buen ejemplo es el ‘ransomware’, que ya afecta a televisores inteligentes y es el candidato perfecto para secuestrar coches autónomos y pedir un rescate para devolverlos a su legítimo dueño.