Llegas a la oficina, te acercas a los tornos de seguridad, pasas tu tarjeta y a empezar la jornada. Es uno de los gestos que buena parte de los trabajadores realizan a diario, pues todavía, y parece que por cierto tiempo, la tarjeta es la reina del control de accesos en los edificios de empresas.

En 2016, menos del 5% de las organizaciones habían incorporado el uso de ‘smartphones’ para acceder a sus instalaciones o partes restringidas de ellas. En 2020, según un informe de la consultora Gartner, este porcentaje se habrá triplicado: el 20% de las compañías reemplazarán las tarjetas de acceso por teléfonos inteligentes de aquí a tres años.

Aunque la enorme mayoría de los móviles que salen al mercado cuentan ya con las tecnologías Bluetooth y NFC, aún son pocas las empresas que se han animado a utilizar estos dispositivos, siempre presentes en los bolsillos de sus empleados, como herramienta para garantizar que solo acceden a las oficinas las personas que están autorizadas.

La sustitución progresiva de las tarjetas de acceso por ‘smartphones’ irá de la mano, según Gartner, de la adopción de sistemas biométricos como los escáneres de huella dactilar o iris o el reconocimiento facial, pues resulta mucho más sencillo y seguro implementarlos si van acompañados del teléfono móvil.

“En lugar de tener que instalar dispositivos de captura biométrica en los lectores, el propio teléfono puede utilizarse fácilmente como dispositivo de captura de rostros o voz (o ambos)”, afirma David Anthony Mahdi, director de investigación en Gartner. “Este enfoque también mitiga los riesgos de que un atacante se haga con la posesión del móvil de una persona”. Si un intruso robara el dispositivo de un empleado, aún tendría que saltarse la autenticación biométrica.

Dadas sus ventajas (comodidad, reducción de costes…), lo único que se interpone entre el ‘smartphone’ y el acceso a la gran mayoría de las oficinas es una cuestión de adaptación. Muchos de los sistemas de control de acceso y lectores de tarjetas instalados hoy en día en las empresas requieren una importante actualización para ser compatibles con ‘smartphones’ que se identifiquen vía wifi, Bluetooth o NFC.

Es cuestión de tiempo. En unos años, si las predicciones de Gartner son correctas, muchos empleados tendrán un nuevo gesto cotidiano. Llegarán a la oficina, se acercarán a los tornos de seguridad, sacarán su móvil del bolsillo y se echarán un selfi, entrarán y a comenzar la jornada. Ya no tendrán que preocuparse de coger la tarjeta antes de salir de casa: el móvil siempre viaja en sus bolsillos.